Dólar y precios alterados: los 3 pilares para no perder en tu economía personal
En tiempos de dólar y precios alterados, mantener una economía personal ordenada no es tarea sencilla. Pero tampoco debiera resultar tan complicado. Existe una manera muy simple de visualizar nuestras finanzas, tanto si se trata de preservarlas como de potenciarlas: verla en tres columnas o pilares, el de los ingresos, el de los gastos y el de las deudas.
Pilar 1: Los ingresos
El nivel de ingresos, obviamente, es la gran variable que define nuestra economía personal y también nuestro patrón de consumo. A este pilar se lo percibe, y muchas veces lo es, como el más inelástico. Es decir, más difícil de modificar y al que hay que adecuar el resto de las variables. Cuando las cuentas no cierran, lo primero que se piensa es en ajustar gastos, en hacer recortes, lo cual es obviamente lo correcto en lo inmediato. Pero también está la posibilidad de buscar la manera de incrementarlos, lo cual lleva algo más de tiempo y seguramente también creatividad, dedicación y esfuerzo. Quienes trabajan de manera independientes son, tal vez, quienes mejores chances tienen de operar en este pilar ya que depende de ellos mismos aumentar ventas, conseguir más clientes o cobrar más por su trabajo. En cambio, vender activos (pertenencias, “las joyas de la abuela”) no es precisamente, una manera de incrementar los ingresos. Por ejemplo, vender un reloj carísimo que no se usa (¿para qué si el celular tiene la hora?) o armar una feria americana con toda esa ropa casi sin uso de la que se puede prescindir puede sumar unos pesos en la billetera pero son ingresos por única vez que pueden ayudar a salir de un apuro puntual y no solucionar un problema de fondo.
Pilar 2: Los gastos
Son la madre y el padre de todos los males, por supuesto, porque son difíciles de controlar. El gasto o, mejor dicho, el consumo, tiene una dimensión emocional amplia, susceptible de impulsos y plausible de ser manipulada –ése es, en definitiva, el objetivo del marketing- que hace a veces extremadamente difícil cumplir una premisa básica y sencilla como no gastar más de lo que entra. Una economía fluctuante como la nuestra no es, por otra parte, el contexto que más propicia una buena planificación de los gastos y el armado de un presupuesto que mantenga su vigencia. En este pilar interviene una definición propia de los gastos. Una manera de categorizarlos es dividirlos en “gastos de calidad” y “gastos pobres o vacíos”, como las calorías (todas hicimos dieta alguna vez asique sabemos que las calorías vacías son aquellas que aportan energía sin ningún tipo de nutriente). Los gastos de calidad son aquellos emparentados, de alguna manera, con la inversión. El ejemplo más claro es la educación. Es un lugar común considerar la educación como una inversión pero lo concreto es que, en las cuentas de quienes pagan el colegio, las clases de música, idioma, arte o tenis, se computa como un gasto. Recortar un gasto de calidad debería estar al final de la lista de los recortes posibles. Lo mismo con la salud, es otro gasto de calidad que vale la pena preservar de la tijera. Por el otro lado, el mejor ejemplo de los gastos vacíos son los vicios o las compulsiones (el quinto par de botas nuevo del año, las salidas a cenar demasiado frecuentes o el delivery permanente). Cada cual tiene su talón de Aquiles, pero claramente es por este segmento por donde puede pasar la tijera en caso de ser necesario.
Pilar 3: La deuda
El tercer pilar determinante de una economía personal o familiar es la deuda, que condiciona claramente la capacidad de acción. Eso puede ser un gran drama para el desarrollo económico, pero no siempre es malo, incluso puede y debe ser positivo. La deuda no es, por más mala prensa que tenga, un arma destructiva sino que depende de la aplicación que se le dé. La deuda puede ser un gran lastre para el crecimiento de nuestra economía personal o un trampolín para nuestro futuro económico. ¿Cómo identificar cuándo es una cosa y cuándo es la otra? La respuesta tiene mucho de sentido común. Cuando la deuda permite adquirir un bien material o cultural que contribuye a construir nuestro patrimonio, que nos permite capitalizar el dinero que vamos pagando y/o nos brinda la perspectiva de generar ingresos futuros, en ese caso estamos hablando del lado positivo de la deuda. En cambio, si esa deuda la aplicamos a financiar gasto, es mucho más discutible. Si, más que a financiar gasto, la aplicamos a “tapar agujeros”, entonces definitivamente estamos en el lado oscuro del endeudamiento.