Claves para un consumo inteligente (no es una tecno-nota)

Las mujeres somos las reinas de las compras; nadie compra mejor ni más que nosotras (80% de las decisiones de compra en un hogar recaen sobre las mujeres). Sin embargo, tampoco somos perfectas.  Lejos de eso, nuestras virtudes pueden ser también nuestros principales defectos.

  • Toco y me voy. Mejor dicho, compro y me voy. Ésa debería ser la consigna. De acuerdo con los estudios de marketing y especialistas que viven haciendo este tipo de research, las mujeres dedicamos entre un 30 y un 40 por ciento más de tiempo a resolver una compra. En parte esto se debe a que hacemos un mayor análisis, evaluamos alternativas, buscamos exactamente lo que queremos y una vez que lo encontramos, nos fijamos qué opciones más convenientes puede haber, etc. En ese trámite, nos exponemos mucho más a las tentaciones. Dedicarle más tiempo del necesario hace que, una vez conseguido lo que estábamos buscando, se nos ocurran otras quince cosas que podríamos llevarnos solo porque las vimos mientras “evaluábamos” nuestra compra. Es probable que, en algunos casos, resistamos la tentación de comprar aquello que nos gustó pero que no estábamos buscando. Sin embargo, la idea ya prendió, la “necesidad” fue creada y seguramente en nuestra próxima excursión de compras nos tomemos revancha.
  • El “deme dos” de la compra hormiga. No tenés medias que ponerte con ese vestido divino para la reunión de mañana. Te hacés una escapadita para comprarlas, es un toque. Pero, una vez en el lugar, ¿te vas a llevar solo eso? No da haber hecho toda la movida para llevarte una sola cosa. Ya que estás ahí, por las dudas te llevás otro par en otro color y otro más de repuesto porque se corren de nada. La cuenta aumenta. Y aumenta porque nosotras “aprovechamos” cada oportunidad de compra que se nos aparece con la excusa de ser eficientes, ganar tiempo, estar cubiertas y tener todo bajo control por si las medias se nos rompen. Lo cierto es que esa obsesión por hacer rendir al máximo cada situación de consumo nos hace gastar de más.
  •  Modo catástrofe. Del alegre “me llevo alguna cosita más” del punto anterior, las mujeres somos capaces de irnos al otro extremo si nos asustamos. Y esto puede ser algo que nos pase a muchas de nosotras por estos días. El miedo a que caigan nuestros ingresos, o tal vez perder el trabajo o tener menos trabajo, si sos independiente; el clima de dificultad que se vive en la economía y otros factores nos puede hacer reaccionar con algo de exageración y directamente le echamos candado a la billetera. Postergamos consumo para sentirnos seguras, ya vendrán tiempos mejores para cubrir necesidades que no son tan prioritarias. En términos generales, esta tesitura es correcta si de verdad se te complicaron las cuentas. Pero si es más temor que realidad, tal vez sea bueno contagiarse un poco de la actitud masculina, en general, mucho más optimista respecto del futuro, para sopesar correctamente las oportunidades que se puedan presentar. Todo, siempre, es una cuestión de equilibrio.
  • El mimo. Salir de compras porque surgieron problemas de parejas o conflictos laborales es, junto con el consumo de kilos de helado, una actitud de lo más frecuente en las mujeres. El consumo como compensación por los malos tragos, que brinda una satisfacción temporaria que, claramente, no resuelve el problema. Es un consumo completamente emocional, emparentado al impulso y alejado de los objetivos. Es en este tipo de altibajos anímicos donde corremos grandes riesgos: el de subir de peso y abultar el resumen de la tarjeta al mismo tiempo. La solución: salir a caminar, correr, cualquier deporte. Movernos también nos genera endorfinas para hacernos sentir bien, sin gastar un peso ni subir un gramo.
  • Puro consenso. Si de algo no se puede acusar a las mujeres es de resolver cuestiones importantes sin consultar a nadie. Todo, al menos todo lo que involucre un desembolso fuera de lo común, es charlado, investigado, discutido, con el debido asesoramiento.  Incluso, como las mujeres somos prácticamente adictas a las redes sociales (lo nuestro definitivamente es hablar todo el tiempo de la forma que sea), también aprovechamos este espacio para ampliar nuestro campo de consulta. En cierta medida, eso tiene sus ventajas porque la información siempre ayuda para decidir mejor. Pero la sobreinformación puede terminar en una confusión total. A veces damos muchas más vueltas de las necesarias y nos complicamos tanto en concretar una compra que es relativamente sencilla que finalmente no optamos por la mejor opción.

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