Desigualdad de género: las mujeres en el lento camino del inmigrante
por tedechicas – 2
El debate sobre la brecha de género en el mundo del dinero y del trabajo es casi universal (“casi” porque hay lugares como Medio Oriente donde ni siquiera existe una discusión al respecto). Ni siquiera en los países más desarrollados el tema está agotado ni, mucho menos, superado. Por el contrario, parece haber entrado en plena efervescencia. En la Argentina, la diferencia salarial entre hombres y mujeres ronda el 27% y no respeta estratos sociales. Está claro que en los sectores más vulnerables, donde muchas veces recae exclusivamente sobre las mujeres el cuidado de los hijos y la manutención del hogar, tallan con fuerza la desigualdad de oportunidades y la falta de acceso a recursos y educación, situaciones que podrían mejorarse con políticas públicas. Pero incluso en los segmentos medios y con más recursos o entre las mujeres más educadas existen marcadas diferencias entre los ingresos de unos y otras. Esto pese a que, en estos niveles, las mujeres suelen prepararse más y llegan a dedicar hasta dos años más de estudios que sus pares hombres, quienes de todas formas ganan más.
La pregunta entonces, es “qué hacemos mal”. ¿Por qué para las mujeres es más difícil? La respuesta no sólo tiene que ver con las mujeres. Aunque en gran parte sí.
El camino del inmigrante
Mark J. Penn es reconocido en Estados Unidos como uno de los más lúcidos encuestadores y asesores de imagen y comunicación política. Asesoró a Tony Blair y a Bill y Hillary Clinton en sus respectivas campañas, entre muchos otros políticos y empresas de todo el mundo. A fines de 2007 publicó un libro que tituló Microtendencias, las pequeñas fuerzas detrás de los grandes cambios del mañana [1] en el que plasma más de cincuenta tendencias – pequeñas y no tan pequeñas- que pueden llevar a grandes cambios sociales, dar origen a negocios exitosos o crear nuevos movimientos.
Entre las tendencias más salientes identifica el avance de las mujeres en determinadas profesiones, donde la cantidad supera largamente a los hombres como en periodismo, abogacía, relaciones públicas o educación. Podríamos agregar, al menos en la Argentina, psicología e incluso medicina. Penn las llama “profesiones de la palabra” y afirma: “La verdad es que las mujeres están, en cierta manera, siguiendo los tradicionales caminos que los inmigrantes encontraron para alcanzar el éxito. Las mujeres entraron en el mercado de trabajo con menor capital que los hombres y es una ruta probada de ascenso dedicarse a este tipo de profesiones. Las profesiones de la palabra requieren capital humano y son el resultado de estudio y trabajo, no de fuerza. Mientras que las mujeres dominaron primero en la enseñanza y enfermería, la movilidad ascendente las ha llevado a un nuevo estrato de desarrollo profesional más allá de esas carreras”. Así es que participando ya muy activamente en el campo de las leyes, las relaciones públicas y la comunicación, la política es un paso siguiente lógico donde empieza a haber ejemplos contundentes de acceso a los puestos máximos, aunque no dejan de ser ejemplos aislados en un mundo, otra vez, todavía dominado por hombres.
Y aún en las actividades en las que las mujeres son mayoría, no necesariamente concentran el poder de decisión (“en el caso de la abogacía y el periodismo, particularmente, las mujeres desaparecen en algún punto entre las escuelas profesionales donde son mayoría y los pasillos del poder”, dice el autor, quien aclara que se trata de una tendencia relativamente nueva por lo que podría ser sólo cuestión de tiempo hasta que las mujeres también accedan a las esferas más altas). Sin embargo, a pesar de no tener control sobre las decisiones, las mujeres están imprimiendo fuertes cambios en estas actividades por su mera preponderancia numérica. El libro cita ejemplos como la mayor proporción de cobertura de temas familiares, depresión posparto, aborto, pornografía infantil, etc., desde que las mujeres coparon los noticieros, lo que también puede estar relacionado con una alta participación femenina entre la audiencia.
Pero no hace falta encontrar en un libro extranjero ejemplos de cómo la participación de las mujeres provoca cambios en los ámbitos en los que se desempeñan. Hace poco asistimos en la Argentina a un suceso que lo ejemplifica perfectamente: la primera marcha, en junio de 2014, contra la violencia doméstica hacia las mujeres. #NiUnaMenos fue gestada como una campaña de concientización difundida en principio en redes sociales que luego alcanzó una gran cobertura mediática organizada, precisamente, por un grupo de periodistas mujeres que se desempeñan cotidianamente en distintas empresas de medios, con mayor o menor grado de visibilidad, pero ninguna de ellas con un cargo jerárquico. Sin embargo, el tema dominó la agenda durante semanas y no ha desaparecido desde entonces de la atención del público. Se puede calificar este hecho como una gesta épica de un grupo de mujeres profesionales conmovidas o se lo puede ver como una consecuencia natural, ni la primera ni la última, de la inevitable incidencia que las mujeres tienen cada vez más en todos aquellos ámbitos en los que están verdaderamente dispuestas a participar. No son conclusiones excluyentes entre sí
Así que, en algún punto, se podría pensar que es sólo cuestión tiempo y que la propia dinámica del mercado en el que las mujeres se convirtieron en un agente económico con cada vez más peso, tanto como fuerza laboral y como consumidoras, producirá los cambios acordes a un modo más femenino de actuar, organizarse, decidir y liderar. La gran incógnita es cuál es ese modo.
(Extracto de FEMINOMICS, de la economía personal al emprendimiento propio. Capítulo 3. Virginia Porcella, Ed. Planeta, 2015)