La brecha salarial: 6 claves para reflexionar

 

  • Sentirnos o parecer “uno más” no es ninguna virtud y deberíamos dejar de vivirlo de esa manera. Es paradójico ya que son apreciadas las habilidades masculinas que una mujer desarrolla para ser exitosa cuando muchas de las virtudes que pueden hacernos exitosas tienen que ver, precisamente, con nuestra condición femenina.
  • La mirada social aplaude más la realización profesional de las mujeres que su ambición material. Y esto porque lo primero no implica necesariamente poder o dinero sino tal vez sólo reconocimiento, prestigio y satisfacción. Este prejuicio está tan arraigado en nosotras mismas que casi no lo podemos identificar. Pero está bien que nos guste ganar plata. Más plata.
  • Construir confianza en nostras mismas es clave: investigaciones demuestran que las mujeres tendemos a subestimarnos respecto de nuestros pares hombres y, lo peor, respecto de nuestra verdadera capacidad. Esto nos frena a buscar oportunidades que estarían disponibles si nos animáramos a dar la pelea. Bajo nuestras propias condiciones.
  • Existen estudios que indican que las mujeres no sólo ganamos menos (sobre eso hay estadísticas oficiales) sino que creemos que merecemos ganar menos. Por ende, peleamos mucho menos por la plata. Esto, definitivamente, es responsabilidad nuestra cambiarlo, a modo individual y colectivo.
  • La falta de un mandato claro en la búsqueda de un nuevo equilibrio conlleva el riesgo de la ultra-exigencia para las mujeres. A estar atentas: no podemos ser madres perfectas y tener una carreras sin mesetas. Las mujeres no podemos tenerlo todo, al menos no al mismo tiempo.
  • Reconocer los límites y que tampoco los hombres, en realidad, pueden tenerlo “todo” -pasar tiempo con su familia y desarrollar con éxito una híper-demandante carrera profesional- no sólo nos hace sentir mucha menos frustración si no que nos hace elegir mejor. Enfocar mejor nuestras energías en lo que sí podemos sin desesperarnos por lo que estamos dejando transitoriamente afuera.
  • Y, lo más importante, el mensaje que le transmitimos a las siguientes generaciones: no tienen que ser súper seres humanos.

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