Para qué sirven las medidas anti-inflación
El Gobierno avanza con un modesto paquete de medidas para amortiguar el golpe de la inflación como la app para comparar precios, el relanzamiento de un devaluado programa Precios Cuidados y del plan de cuotas Ahora 12, efectivo pero riesgoso. ¿Qué sirve de esto sirve y para qué? Atención:
- APP o monitoreo electrónico de precios: La aplicación para comparar precios, que se alimentaría de un sistema on line oficial de relevamiento de precios, sirve para eso, para comparar. No tiene un efecto práctico inmediato pero apunta a resolver la falta de referencia, uno de los grandes problemas de la inflación, particularmente en etapas de reacomodamiento de precios en los que no todos suben por igual. Cuando el nivel de precios sufre un shock como en diciembre por la devaluación, se pierde la noción de cuánto sería lógico que valiera un paquete de galletitas o un par de guantes de cocina. Así, en dos comercios con pocas cuadras de diferencia, el precio puede variar más de 100%. Con esta aplicación, se podría detectar sin esfuerzo cuál es un precio razonable para determinado producto y, eventualmente, donde ir a comprarlo.
- Precios Cuidados. No es una política que el Gobierno impulse con convicción, pero se trata de carteles en todas las góndolas que pueden convertirse en dolor de cabeza si se le da oficialmente de baja. Tal como funciona hoy es también una referencia de precio razonable. Esto es importante porque no necesariamente un producto dentro del programa de Precios Cuidados es más barato que uno similar que no entró. Muchas veces, incluso, es más ventajoso aceptar alguna promoción de los comercios y supermercados que elegir el producto de Precios Cuidados cuyo marketing induce a los consumidores a creer que se trata de lo más barato cuando en realidad es se trata de “precios lógicos” según las estructuras de costos.
- Ahora 12. En situaciones como la actual, claramente en la medida de mayor impacto real en el bolsillo. Es particularmente ventajosa para aplicar en la compra por la vuelta al colegio, cuando se compran todos elementos que deberían durar todo el año, es decir, el mismo período en el que se los va a estar pagando. Sólo hay que tener dos precauciones: 1) asegurarse que no hay un recargo en el monto a pagar, es decir, que el precio total sería el mismo si la compra fuera en efectivo. 2) tener bajo control la acumulación de cuotas ya que de nada sirve reventar la tarjeta con cuotas sin interés si después no se puede cancelar el monto total y se cae en el pago mínimo o parcial y los intereses que se ahorraron en un principio los termina cobrando el banco y en mucha mayor proporción.
Las medidas que no anuncian
Hasta aquí los anuncios oficiales pero no todas les medidas oficiales ya que, las más importantes y de fondo, no las cuentan. ¿Por qué? El aumento de precios está hoy, según las encuestadoras, al tope de las preocupaciones de la sociedad, incluso por encima de la inseguridad. Como respuesta a semejante demanda, el Gobierno atina a lanzar la mencionada aplicación web de monitoreo de precios en vez de un contundente paquete de medidas y fuertes advertencias a empresarios. La consecuencia, lógica, es que el malhumor social crece y las críticas por la falta de un plan para atacar la inflación se multipliquen. Ahora bien, lo cierto es que el Gobierno no comunica las principales medidas contra la inflación porque no son populares. Reducir la emisión monetaria, bajar el gasto público y recurrir al endeudamiento son un combo de políticas contractivas, es decir, de ajuste, que no gozan de buena prensa. Esas medidas no se comunican porque tienen consecuencias dolorosas. Principalmente, el enfriamiento de la economía –que los precios en definitiva dejen de subir porque el público decide dejar de consumir ante la imposibilidad de convalidar alzas- y con ello el riesgo de una suba del desempleo. Evidentemente, no es un buen combo para anunciar con bombos y platillos.
Claro que la apuesta es otra. Existe una tercera variable clave para reducir la inflación, que a la vez neutraliza los efectos no deseados de las anteriores: la inversión. El ingreso de capitales para financiar nuevos proyectos productivos en el sector privado (ampliación de plantas, nuevas instalaciones, etc) y también obras públicas vía financiamiento de organismos como el BID, Banco Mundial y otros, es lo que permitirá –dicen en el Gobierno- ir saliendo de la trampa de la inflación y el estancamiento económico. El problema es que hoy esa receta es prácticamente una cuestión de fe. Porque todo eso sucedería si y sólo sí, entre otros gestos y medidas, el Gobierno logra cerrar antes de junio el conflicto con los fondos buitres y holdouts. Cerrado ese capítulo para esa fecha, es probable que se esté a tiempo en la segunda mitad del año para empezar a remontar la cuesta con nuevo flujo de fondos del exterior. Pero se trata de una proyección. Es cierto que compañías norteamericanas y europeas, incluso algunas que han sido castigadas en la última década, analizan planes de inversión en la Argentina y están a la espera de ver cómo Macri encamina la economía en los próximos meses antes de lanzarse. Pero seguro no hay nada.
Para el argentino medio, mientras tanto, se preparan paliativos en moderadas dosis. Se acaba de anunciar un incremento de 15% en las jubilaciones mientras la antesala de la discusión por las paritarias se tensa al máximo y se canjean puntos porcentuales de aumento por planes sociales, baja de IVA y modificación en Ganancias. Todo eso llegará recién en dos meses.