Qué busca Macri en Davos

Eduardo Duhalde había sido, en 2003, el último presidente argentino en participar del foro de Davos antes de que Macri pisara hace dos días la nieve del exclusivo centro de ski y punto de encuentro de los hombres más influyentes del poder económico global. A diferencia de lo que ocurre hoy con el actual mandatario, su presencia en aquel entonces pasó, previsiblemente, completamente inadvertida. Era el presidente de un país devastado que si bien comenzaba a registrar los primeros síntomas de una recuperación que luego se describiría como milagrosa, debía remontar una caída de 11% del PBI, con casi la mitad de la población sumida en la pobreza y, lo imperdonable en encuentros como esos, era el presidente de un país que a los aplausos había desconocido todos sus compromisos financieros con la misma comunidad que allí se reunía. Duhalde, mejor dicho, Argentina, no le interesaba a nadie.

Muy distinta, y tal vez muy parecida a la de estos días, había sido la historia tres años antes en la visita a Davos que encabezó el entonces recién asumido presidente Fernando De la Rúa. Casi como ahora, el nuevo gobierno atraía todas las miradas. El mundo quería saber cómo la Argentina, con una economía que ya estaba en recesión y complicada por las sucesivas crisis financieras de los países emergentes a fines de los  ´90 (primero los asiáticos, después Rusia y finalmente Brasil), se iba a salvar. Aunque nadie, claro está, vislumbraba el estallido de la convertibilidad en la magnitud en que se produjo, crecían las dudas respecto las chances que tenía el país de evitar una devaluación y, sobre todo, de seguir pagando su voluminosa deuda. Casi podría decirse que toda la atención que atraían el entonces ministro de Economía José Luis Machinea y su secretario de Finanzas, Daniel Marx (el viceministro Miguel Bein se había quedado en Buenos Aires), se debía a los mismos motivos por los que hoy lo hacen Alfonso Prat-Gay y el titular del Banco Central Federico Sturzenegger. Las preguntas se mantienen inalterables: cómo se va a pagar la deuda (esa misma deuda de hace quince años, los famosos holdouts) y de dónde saldrán los nuevos recursos para financiar la recuperación de una economía otra vez en recesión. En fin, cómo se cerrára un círculo que se abrió hace casi dos décadas.

En aquel viaje de enero de 2000 proliferaron encuentros con banqueros e inversores en lujosos hoteles por los que paseaban figuras míticas de las finanzas mundiales como George Soros o los célebres banqueros William Rhodes del Citi y David Muldford, del Crédit Suisse, ambos personajes clave en la historia del financiamiento y los paquetes de salvataje a la Argentina en esos años. Fue en ese marco que el gobierno de De la Rúa decidió hacer público un acuerdo (el último) con el Fondo Monetario por u$s 2.000 millones, que luego se ampliaría a u$s 13.600 y cuyo tramo de u$s 1.200 previsto para diciembre de 2001 nunca llegaría. La historia de los días que siguieron la recordamos hasta el cansancio.

Hoy ni el Fondo Monetario ni todos esos hombres prácticamente retirados integran la agenda de gobierno de Macri. La estrategia es distinta y los protagonistas son otros. Macri tiene que reinsertar a la Argentina en el mapa y su participación en Davos es un amplificador ideal de su raid de encuentros con el premier británico David Cameron, el vicepresidente norteamericano Joe Biden, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu o su par francés Manuel Valls. Lo mismo que sus reuniones con el CEO de Coca-Cola, de la química Dow, Shell, Total o Mitsubishi. Pero el objetivo es el mismo: abrir la canilla del financiamiento internacional, reavivar el interés de los inversores y, por sobre todas las cosas, evitar que la Argentina caiga definitivamente en el olvido.

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